Zhuko
Zhuko jugaba con la caja de madera que transmitía música y voces lejanas, hacía poco que había amanecido y hacía bastante calor. Mientras él daba golpecitos a la radio empezó a pensar en el día en que su abuelo la trajo por primera vez. Él tendría unos cinco años y se acordaba perfectamente del día que su abuelo llegó de su viaje por Europa. Su abuelo siempre estaba viajando en un gran barco. Era marino mercante y cuando llegaba de sus viajes, cogía a Zhuko y le contaba historias sobre el mar, solía decirle que cada pelo de su larga barba era un viaje y una aventura. Zhuko lo creía a pies juntillas.
Esa mañana Zhuko jugaba con ese aparato al que su abuelo llamaba radio. Su madre lavaba la ropa y su hermano jugaba con la pelota en el jardín. No paraba de dar golpes y empezaba a poner nervioso a Zhuko.
Aquel día hizo bastante calor, él y su hermano fueron por la tarde al otro lado de la isla, les encantaba simular que hacían viajes igual que su abuelo y simulaban que estaban en algún lugar de América, ese país tan lejano y desconocido para ellos, del que su abuelo solía contarles grandes aventuras. Jugaron toda la tarde y llegaron a casa con grandes sonrisas en el rostro, y manchados de arena y sal...
Cuando llegaron a casa, su madre estaba nerviosa, hablaba rápidamente con las vecinas, algunas personas gritaban. Zhuko escuchó voces muy fuertes por el aparato de madera, parece que la persona que hablaba estaba nerviosa. De repente una sacudida, el suelo tembló bajo sus pies con tanta intensidad que su hermano pequeño cayó al suelo y empezó a llorar.
Otra vez no!- pensó Zhuko. Aún tenía pesadillas con esa ola gigante que arrasó a gran parte de su país. A ellos no les tocó porque no estaban en casa aquel día, estaban en el huerto del señor jefe, como solía llamarlo mamá, en las montañas. Pero aún podía ver los destrozos de aquella pesadilla.
Su madre gritó su nombre desesperada, "¡Zhuko!- ven aquí, corriendo, pon en marcha la moto de papá, nos vamos!!!". Zhuko hizo lo que su madre le pedía, su cara era el gran rostro del miedo, su hermano temblaba y él sintió ganas de ponerse a llorar, a pesar de que tenía diez años y ya era un niño mayor.
Se ausentó por un momento y se montó en la moto rápidamente. Su madre empezó a conducir desesperada, nerviosa. Algunas personas les tiraban de la ropa y estuvieron a punto de caer de la moto en muchas ocasiones. Todo el mundo corría de un lado para otro, gritando desesperados, el suelo volvió a dar una sacudida y él ya no pudo aguantar más y empezó a llorar.
Entonces divisó las montañas, casi borrosas a causa de la oscuridad, todo el mundo corría hacia alli: abuelos, madres con bebés en brazos, niños, todos huían del miedo, del pánico. Todos huían de la ola y Zhuko pensó que nunca hubiera imaginado que algún día el mar le provocaría miedo. Zhuko lo miraba todo desde la moto. Habían tenido que huir y Zhuko no sabía ni siquiera a donde iban. Ni en sus aventuras había imaginado algo así.
Cuando llegaron al refugio había mucha gente, casi que dormían unos encima de otros, algunos niños lloraban. Su madre los acurrucó a los dos entre sus brazos fuertemente, hasta que sus hijos se durmieron, víctimas del cansancio y el miedo.
Entonces vio que Zhuko tenía algo entre los brazos, aprentándolo con fuerza, su madre le separó los brazos y se quedó asombrada. Zhuko había cogido la radio, y la apretaba fuertemente contra su pecho...
Esa mañana Zhuko jugaba con ese aparato al que su abuelo llamaba radio. Su madre lavaba la ropa y su hermano jugaba con la pelota en el jardín. No paraba de dar golpes y empezaba a poner nervioso a Zhuko.
Aquel día hizo bastante calor, él y su hermano fueron por la tarde al otro lado de la isla, les encantaba simular que hacían viajes igual que su abuelo y simulaban que estaban en algún lugar de América, ese país tan lejano y desconocido para ellos, del que su abuelo solía contarles grandes aventuras. Jugaron toda la tarde y llegaron a casa con grandes sonrisas en el rostro, y manchados de arena y sal...
Cuando llegaron a casa, su madre estaba nerviosa, hablaba rápidamente con las vecinas, algunas personas gritaban. Zhuko escuchó voces muy fuertes por el aparato de madera, parece que la persona que hablaba estaba nerviosa. De repente una sacudida, el suelo tembló bajo sus pies con tanta intensidad que su hermano pequeño cayó al suelo y empezó a llorar.
Otra vez no!- pensó Zhuko. Aún tenía pesadillas con esa ola gigante que arrasó a gran parte de su país. A ellos no les tocó porque no estaban en casa aquel día, estaban en el huerto del señor jefe, como solía llamarlo mamá, en las montañas. Pero aún podía ver los destrozos de aquella pesadilla.
Su madre gritó su nombre desesperada, "¡Zhuko!- ven aquí, corriendo, pon en marcha la moto de papá, nos vamos!!!". Zhuko hizo lo que su madre le pedía, su cara era el gran rostro del miedo, su hermano temblaba y él sintió ganas de ponerse a llorar, a pesar de que tenía diez años y ya era un niño mayor.
Se ausentó por un momento y se montó en la moto rápidamente. Su madre empezó a conducir desesperada, nerviosa. Algunas personas les tiraban de la ropa y estuvieron a punto de caer de la moto en muchas ocasiones. Todo el mundo corría de un lado para otro, gritando desesperados, el suelo volvió a dar una sacudida y él ya no pudo aguantar más y empezó a llorar.
Entonces divisó las montañas, casi borrosas a causa de la oscuridad, todo el mundo corría hacia alli: abuelos, madres con bebés en brazos, niños, todos huían del miedo, del pánico. Todos huían de la ola y Zhuko pensó que nunca hubiera imaginado que algún día el mar le provocaría miedo. Zhuko lo miraba todo desde la moto. Habían tenido que huir y Zhuko no sabía ni siquiera a donde iban. Ni en sus aventuras había imaginado algo así.
Cuando llegaron al refugio había mucha gente, casi que dormían unos encima de otros, algunos niños lloraban. Su madre los acurrucó a los dos entre sus brazos fuertemente, hasta que sus hijos se durmieron, víctimas del cansancio y el miedo.
Entonces vio que Zhuko tenía algo entre los brazos, aprentándolo con fuerza, su madre le separó los brazos y se quedó asombrada. Zhuko había cogido la radio, y la apretaba fuertemente contra su pecho...
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Marta -