Descubriendo lo desconocido (I)
Todas las noches me acercaba silenciosa a tu ventana, para ver si te veía a través del cristal, con tu pelo moreno y tu mirada distraída. Tú desconocías del todo mi existencia y yo no sabía ni tu nombre, ni a que te dedicabas, ni siquiera si tenías esposa e hijos.
La primera vez que te vi, yo había sacado mi cabeza por la ventana para tomar aire, a ver pasar a los desconocidos, a veces me pongo a recrear sus vidas y creo historias imaginarias en mi cabeza. Aquel medio día tú saliste de un portal con un casco en la mano, llevabas un jersey azul claro y un pantalón vaquero. Tu tez era morena y tu pelo largo, negro y revuelto. Al verte no pude crear ninguna historia en mi cabeza, me quedé completamente quieta, con mi mirada fija en cada uno de tus movimientos. Te montaste en la moto y te alejaste. Yo te observé hasta que mi mirada ya no pudo seguirte.
Desde entonces todos los días a la misma hora me sentaba delante de la ventana y te esperaba. Sabía a la hora que llegabas y a la hora que te ibas. Tú no sabías nada absolutamente de mi. Muchas veces cuando te observaba te miraba fijamente, deseando que tú levantaras la vista y me miraras, aunque sólo fuera por una décima de segundo.
El otro día descubrí donde vivías, y cada noche voy a tu ventana, para ver tan solo un ligero reflejo de tu persona. Te veo moverte a través de las cortinas, veo como ves la televisión...ahora que hace calor abres las ventanas y puedo verte perfectamente con la luz de las farolas.
Creo que me estoy obsesionando contigo, un total desconocido para mi. Si algún día supieras que yo te observo...cada día, desde el mismo lugar, soñando contigo, contando las horas para salir al balcón, deseando que se haga de noche para verte al trasluz...
Y tú sin saber que yo te grito desesperadamente que simplemente me devuelvas la mirada.
Ayer yo iba caminando por la misma calle de siempre, volvía del trabajo. Eran las dos de la tarde más o menos, hacía calor, mucho calor y yo llevaba un abanico de color naranja. Me paré un segundo en la parte trasera de la frutería de Manolo, vi que habían traído cerezas, mi fruta favorita.
El abanico me tapaba la visión cuando noté una presencia, alguien se paró a mi lado. Sin saber quien era, yo empecé a abanicarme con más fuerza, empecé a tener mucho calor.
De repente una voz ronca y dulce me sobresaltó:
-¿Tienen buena pinta las cerezas verdad?
Aparté el abanico y me quedé sin habla. Mi corazón se detuvo y mi rostro se ruborizó, haciendo que el abanico cayera al suelo ruidosamente. Eras tú, mi desconocido, mi amor soñado...que me mirabas fijamente, directamente a los ojos. Tenías una cereza en la mano y me estabas sonriendo.
La primera vez que te vi, yo había sacado mi cabeza por la ventana para tomar aire, a ver pasar a los desconocidos, a veces me pongo a recrear sus vidas y creo historias imaginarias en mi cabeza. Aquel medio día tú saliste de un portal con un casco en la mano, llevabas un jersey azul claro y un pantalón vaquero. Tu tez era morena y tu pelo largo, negro y revuelto. Al verte no pude crear ninguna historia en mi cabeza, me quedé completamente quieta, con mi mirada fija en cada uno de tus movimientos. Te montaste en la moto y te alejaste. Yo te observé hasta que mi mirada ya no pudo seguirte.
Desde entonces todos los días a la misma hora me sentaba delante de la ventana y te esperaba. Sabía a la hora que llegabas y a la hora que te ibas. Tú no sabías nada absolutamente de mi. Muchas veces cuando te observaba te miraba fijamente, deseando que tú levantaras la vista y me miraras, aunque sólo fuera por una décima de segundo.
El otro día descubrí donde vivías, y cada noche voy a tu ventana, para ver tan solo un ligero reflejo de tu persona. Te veo moverte a través de las cortinas, veo como ves la televisión...ahora que hace calor abres las ventanas y puedo verte perfectamente con la luz de las farolas.
Creo que me estoy obsesionando contigo, un total desconocido para mi. Si algún día supieras que yo te observo...cada día, desde el mismo lugar, soñando contigo, contando las horas para salir al balcón, deseando que se haga de noche para verte al trasluz...
Y tú sin saber que yo te grito desesperadamente que simplemente me devuelvas la mirada.
Ayer yo iba caminando por la misma calle de siempre, volvía del trabajo. Eran las dos de la tarde más o menos, hacía calor, mucho calor y yo llevaba un abanico de color naranja. Me paré un segundo en la parte trasera de la frutería de Manolo, vi que habían traído cerezas, mi fruta favorita.
El abanico me tapaba la visión cuando noté una presencia, alguien se paró a mi lado. Sin saber quien era, yo empecé a abanicarme con más fuerza, empecé a tener mucho calor.
De repente una voz ronca y dulce me sobresaltó:
-¿Tienen buena pinta las cerezas verdad?
Aparté el abanico y me quedé sin habla. Mi corazón se detuvo y mi rostro se ruborizó, haciendo que el abanico cayera al suelo ruidosamente. Eras tú, mi desconocido, mi amor soñado...que me mirabas fijamente, directamente a los ojos. Tenías una cereza en la mano y me estabas sonriendo.
7 comentarios
Roberto Pac Sa -
Roberto Pac Sa -
monocamy -
Si es que no estamos a lo que estamos..... esto es un escándalo..!
xD
Cris -
Marta -
Rut -
un besitoooo
Jelen -