Recordando a Zipi y Zape
Recuerdo perfectamente el día que se conocieron, fue una noche en una discoteca de moda de aquel recóndito pueblo, donde habían llegado para estudiar durante cuatro años una carrera universitaria. Desde el primer momento empezaron a hablar y luego resultó que estaban en la misma Residencia, en el mismo bloque y que vivían una encima de la otra, juntas pero en distintas habitaciones.
Es curioso como las personas pueden ser de repente muy amigas, de repente no ser nada, si acaso una compañera de la universidad, eso sería ella para la otra, sólo eso, si todo hubiera sido diferente.
Con el paso de los meses de aquel primer año de carrera, esas dos niñas alocadas de pelos rizados, una rubia y otra morena, se ganaron a pulso el título de Zipi y Zape.
Lo hacían todo juntas, menos ir a clase, porque una iba por la mañana y la otra por la tarde.
El resto del tiempo no se separaban nunca. Cenaban juntas, veían la tele juntas, hablaban hasta altas horas de la madrugada juntas, iban al Bross juntas, pasaban domingos enteros estudiando juntas, se inventaban sevillanas juntas, cometían locuras juntas, iban a Sol juntas...y así todas las cosas típicas de dos niñas que es la primera vez que salen de su casa y al final se encuentran.
Aquel primer año, ella era su otra mitad. Su mejor amiga, su zape, ella era sus risas y también sus lágrimas. Y de repente un día, sin saber cómo, las eternas Zipi y Zape dejaron de ser lo que eran. No sé quién tuvo la culpa, quién se distanció de quién, quién encontró otros hombros, pero el segundo año todo cambió. Quizás simplemente, fueron ellas las que cambiaron.
Por supuesto, nunca dejaron de ser amigas, iban en el mismo grupo, salían juntas, pero nunca fueron tan amigas como al principio de aquella experiencia.
Pero lo más triste de la historia de estas dos Zipi y Zape no es eso, sino que ahora se han distanciado del todo. Como si nunca hubieran existido, no se ven, no se hablan, ya ni siquiera se conocen...es demasiado triste para pensarlo.
Dejar pasar el tiempo, los momentos, las llamadas, dejar de ser amigas.
Ella quizás no lo sepa, quizás ya no piense en ello y no se acuerde de aquella amiga que una vez tuvo, pero Zipi si la recuerda y muchas veces desearía coger el teléfono, marcar su número y preguntarle simplemente cómo le va la vida, pero sigue dejando pasar el tiempo, sabiendo dentro de sí misma que lo está haciendo mal pero quizás tenga miedo, quizás sienta vergüenza porque quizás ya es demasiado tarde...
Es curioso como las personas pueden ser de repente muy amigas, de repente no ser nada, si acaso una compañera de la universidad, eso sería ella para la otra, sólo eso, si todo hubiera sido diferente.
Con el paso de los meses de aquel primer año de carrera, esas dos niñas alocadas de pelos rizados, una rubia y otra morena, se ganaron a pulso el título de Zipi y Zape.
Lo hacían todo juntas, menos ir a clase, porque una iba por la mañana y la otra por la tarde.
El resto del tiempo no se separaban nunca. Cenaban juntas, veían la tele juntas, hablaban hasta altas horas de la madrugada juntas, iban al Bross juntas, pasaban domingos enteros estudiando juntas, se inventaban sevillanas juntas, cometían locuras juntas, iban a Sol juntas...y así todas las cosas típicas de dos niñas que es la primera vez que salen de su casa y al final se encuentran.
Aquel primer año, ella era su otra mitad. Su mejor amiga, su zape, ella era sus risas y también sus lágrimas. Y de repente un día, sin saber cómo, las eternas Zipi y Zape dejaron de ser lo que eran. No sé quién tuvo la culpa, quién se distanció de quién, quién encontró otros hombros, pero el segundo año todo cambió. Quizás simplemente, fueron ellas las que cambiaron.
Por supuesto, nunca dejaron de ser amigas, iban en el mismo grupo, salían juntas, pero nunca fueron tan amigas como al principio de aquella experiencia.
Pero lo más triste de la historia de estas dos Zipi y Zape no es eso, sino que ahora se han distanciado del todo. Como si nunca hubieran existido, no se ven, no se hablan, ya ni siquiera se conocen...es demasiado triste para pensarlo.
Dejar pasar el tiempo, los momentos, las llamadas, dejar de ser amigas.
Ella quizás no lo sepa, quizás ya no piense en ello y no se acuerde de aquella amiga que una vez tuvo, pero Zipi si la recuerda y muchas veces desearía coger el teléfono, marcar su número y preguntarle simplemente cómo le va la vida, pero sigue dejando pasar el tiempo, sabiendo dentro de sí misma que lo está haciendo mal pero quizás tenga miedo, quizás sienta vergüenza porque quizás ya es demasiado tarde...
3 comentarios
maria ortiz -
Marta -
Un beso.
Natalia -